martes, 11 de septiembre de 2012

PALO SANTO /LAS PAREDES HABLAN/ MANTA-ECUADOR

Miércoles 12 de septiembre del 2012
Arte y cultura

Crítica de teatro: ‘Las paredes hablan’. Palo Santo, en Fiartes-G

Por Jaime Gómez Triana (jgnanok78@yahoo.es)
Críticas de Teatro
Carlos Valencia (i) y Raymundo Zambrano actúan en la obra Las paredes hablan.

Las paredes hablan, con puesta en escena de Raymundo Zambrano, reanudó el pasado domingo la muestra nacional en el Festival Internacional de Artes Escénicas Guayaquil.

El evento da cuenta de esta manera del quehacer de los grupos del país, lo cual forma parte de un concepto bien posesionado que insiste en la necesidad de mostrar las propuestas de los grupos internacionales siempre a partir del diálogo y el intercambio con los grupos ecuatorianos. Es justamente esa visión la que nos permite decir que durante sus quince años de vida Fiartes-G ha programado lo más significativo del teatro nacional convirtiéndose en una excelente vitrina para pensar el desarrollo local de las Artes Escénicas.

Llegados desde Manta, los integrantes de Palo Santo presentaron en la sala Experimental del Teatro Centro de Arte una pieza que conecta formidablemente con los espectadores en tanto se estructura a partir de las dinámicas de un teatro popular. Personajes característicos y una circunstancia que permite, más que el desarrollo de una historia, el juego escénico de los roles, constituyen el centro de la propuesta.

Un maestro albañil (Domingo) y su ayudante (Narciso) entablan una relación cercana y productiva. Enamorado de la poesía, del teatro y de la mitología grecolatina, el maestro guiará al ayudante por los vericuetos de su oficio y procurará hacer de él una mejor persona, un ser dotado de sensibilidad para las artes, capaz de enfrentar con entereza de espíritu los desafíos de la vida.

El texto, original de Raymundo Zambrano, plantea el encuentro de los dos personajes involucrados en la construcción de un nuevo edificio, tarea que para el maestro, perteneciente al honorable gremio de los albañiles, constituye una verdadera creación artística que equipara con la producción teatral. Remembranza cotidiana de Quijote y Sancho, los personajes son polos opuestos mediante los cuales contienden dos visiones distintas de la vida, una ennoblecedora, que busca la trascendencia del espíritu en cada momento, y otra más apegada a los instintos, que apenas alcanza a ver la necesidad de obrar bien y de mirar más allá de las propias narices.

Una escenografía funcional, conformada por unas cuantas cajas de cerveza, permite el juego de la puesta en el espacio vacío y hace posible la constante mutación de las escenas a lo cual contribuye el adecuado uso de las luces. El diseño de vestuario, por su parte, ayuda a potenciar la visualidad que solo se rompe cuando se recrea el sueño de Narciso, un momento paródico que aprovecha resortes del vernáculo y que podría estar mejor trabajado con el objetivo de no romper tan abruptamente con el resto de la propuesta.

Sin duda, el valor fundamental de la obra está relacionado con el trabajo de los intérpretes. Carlos Valencia y el propio Raymundo Zambrano dan vida al ayudante y al maestro, respectivamente, y consiguen excelentes desempeños no solo por el trabajo de construcción de sus personajes, sino también por el oficio que les permite amplificar sus caracterizaciones y conectar directamente con el espectador. En ese sentido es válido destacar la peculiar investigación en torno al imaginario nacional que aflora durante la obra a través de frases chiste, sobrenombres, juegos y canciones.

Ligera y sin otra pretensión que divertir al público, cometido que realiza con creces, la puesta pudiera revisarse con el objetivo de hacerla más compacta, lo cual obligaría a sintetizar algunos momentos y a concebir mejor el final puesto que en varias ocasiones nos parece que la función terminó y el diálogo vuelve a recomenzar, lo cual, sin duda, atenta contra el resultado global de la propuesta. La música de igual modo podría repensarse pues aunque los temas conectan desde el punto de vista temático con la pieza, estos traicionan en cierta medida el concepto que presupone ofrecer un retrato de tipos y costumbres nacional.

Volviendo a la necesidad de conexión con la platea y la capacidad de activar un discurso que se retroalimenta, en vivo a partir del contacto con los espectadores, habría que saludar la pertinencia de la inclusión de esta puesta en la muestra de Fiartes-G. El teatro es también un espejo que nos devuelve una imagen, deformada quizás, tal vez ambivalente, de lo que somos, pero una imagen ciertamente imprescindible en tanto refuerza la identidad y con ella el orgullo de formar parte de una nación y de las tradiciones que la sustentan.

http://www.eluniverso.com/2012/09/12/1/1380/las-paredes-hablan-palo-santo-fiartes-g.html

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