lunes, 10 de septiembre de 2012

DANIEL AGUIRRE /120 KILOS DE JAZZ / BOLIVIA

Lunes 10 de septiembre del 2012
Tiempo Libre

Crítica de teatro: Daniel Aguirre y sus diversos cuerpos en escena

BERTHA DÍAZ | la.maga83@gmail.com
 
 

En el marco del Fiartes-G, el actor boliviano Daniel Aguirre se presentó el viernes pasado en el Teatro Laboratorio ITAE.
En el marco del Fiartes-G, el actor boliviano Daniel Aguirre se presentó el viernes pasado en el Teatro Laboratorio ITAE.
Con un espectáculo erigido desde la pura actoralidad, Daniel Aguirre –boliviano, surgido en el célebre grupo de su país natal Teatro de los Andes y ahora actor independiente– trajo al Festival Internacional de Artes Escénicas-Guayaquil (Fiartes-G) una obra de simple dramaturgia textual, pero muy inteligentemente elegida. La simplicidad de la historia que se cuenta permite que toda la atención espectatorial esté centrada en la capacidad del artista de volverse múltiple a través de ella.

Hay en escena solo una silla. El resto, vacío. El actor interviene de múltiples formas en una historia de amor no correspondido entre un hombre gordo –paquidérmico, dice el mismo cuento puesto en escena– y una muchacha de clase alta que lo conoce, pero que jamás reconocería en él a un tipo potencialmente atractivo. Para estar cerca de ella, el ‘gordo Méndez’ –entorno a quien se genera el drama– se hace pasar por un músico de jazz para infiltrarse en una fiesta que dará el padre de la muchacha. El resto de la historia es anécdota…

La potencia de Aguirre se despliega en su capacidad de ser en la obra al mismo tiempo el narrador, el gordo Méndez, la muchacha, el padre, el músico que le permite que ocupe su lugar para entrar en la fiesta y los demás personajes que contextualizan la historia.

Su atractivo no está fundamentado en su posibilidad de ‘representar’ múltiples papeles, sino en su pericia para ‘ser’ muchos cuerpos que habitan en un mismo bloque de tiempo-movimiento.

Es posible, desde el juego actoral que realiza Aguirre, verlo con diferentes volúmenes. Su relación con el peso y cambio de energía, obligan incluso a percibir el espacio vacío escénico de manera diversa. Además, resulta interesante ver cómo su verdadero cuerpo (si es que cabe el apelativo ‘verdadero’ con una propuesta como esta que parece hacer tambalear lo real), esté desdibujado ante quien lo mira y reemplazado por los que él mismo crea a través del gesto, de la indagación profunda del retrato de cada uno de los personajes que complementan la historia.

El jazz, que parece ser solo parte del anecdotario de la obra, le sirve a Daniel Aguirre para constituir sus partituras físicas. Ante el espectador hay, evidentemente, un actor con una gran musicalidad íntima que le permite crear diversos ritmos y tesituras corporales.

Aunque es evidentemente un trabajo de estructura convencional teatral (y entendiendo que no tiene pretensión de estar en otra categoría) la subversión existe y está manifestada desde la capacidad lúdica que despierta con su cuerpo el actor.

Definitivamente, un trabajo que reivindica una de las lógicas primigenias del teatro: basta que exista una persona que actúe y otra que mire, para que este fenómeno acontezca. El despojo del artificio, la apuesta por un teatro del espacio vacío, como refiere el maestro de las artes escénicas inglés Peter Brook, es algo que en la actualidad se vuelve una opción de negación a las imposiciones de las lógicas del circuito artístico, donde el exceso parece intrínseco al quehacer teatral hoy.

http://www.eluniverso.com/2012/09/10/1/1378/daniel-aguirre-sus-diversos-cuerpos-escena.html

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