lunes, 10 de septiembre de 2012

TEATRO DELLE RADICI / TRACK / SUIZA

Viernes 07 de septiembre del 2012
Arte y cultura

Un vuelco hacia el teatro íntimo

* Bertha Díaz (la.maga83@gmail.com)
Críticas de Teatro
La presencia de la argentina Cristina Castrillo, directora de Teatro delle Radici (Teatro de las raíces), de Suiza, quien fue parte del célebre Libre teatro libre, grupo de resistencia creativa de su país natal en la década de los setenta, se extrañó en el Encuentro Internacional de director@s escénic@s, que se realizó el 31 de agosto último como parte del Festival Internacional de Artes Escénicas-Guayaquil (Fiartes-G), pues hubiese sido totalmente resonante con la mirada central de esta edición de las jornadas, puesta en evidencia en tal marco.

Sin embargo, tener al colectivo que tal artista fundase en Suiza, tras exiliarse de su país natal, para abrir una especie de segunda fase de este número del Fiartes-G, ha sido también fundamental en este contexto.

Con Track, así se titula la obra del grupo liderado por Castrillo, la decimoquinta edición del Festival vertió su orientación de este número –a partir del miércoles último– a obras de menor formato pero con una clara intención investigativa, fundamentada, sobre todo, en la dramaturgia del actor/actriz. Es decir, en la potencia que al montaje escénico le imparte la investigación hecha desde la propia actoralidad para colmar de sentido la escena.

Aún con la impronta de los orígenes de la directora, visibilizada sobre todo a nivel temático de la obra (la fisura interior, el desarraigo a nivel macro, la soledad, la imposibilidad de ser, etc.), pero con un proceso de estetización muy propio del teatro actual europeo –el diseño minimalista y el uso de una luz blanca que invade el pequeño cuadrado donde se desarrolla el trabajo y comprime la acción escénica– se erigió Track ante el público guayaquileño.

En la pieza Andrea Fardella (quien seduce al público no solo desde la actuación sino, además, desde su juego con el canto en vivo que complementa la banda sonora pregrabada) y Camilla Pardini (a veces opacada por Fardella, a pesar de su brillantez en escena, por el lugar que ocupa en la dramaturgia) sostienen dos monólogos disfrazados de un diálogo que nunca acontece.

La crisis de la réplica del otro/a está expuesta, así como la necesidad de exaltar un mundo íntimo, desordenado, disparatado, en quiebre. Con partituras corporales aparentemente sencillas por la precisión con la que se ejecutan, y con la complicidad de siete cubos cuyos usos y sentidos están multiplicados, la pieza acontece a modo de retrato íntimo sin estructura dramatúrgica tradicional. Toda la obra es una suerte de nudo que nunca logra desatarse.

La contención, entonces, a ratos parece que le hicieran perder ritmo a la pieza, pero al mismo tiempo es lo que da sentido a las lógicas marcadas desde la propia concepción y dirección de la obra.

Cabe referir, además, que resulta atractiva la tensión que ejerce el texto (escrito por la misma Castrillo) que evoca una percepción y construcción del mundo muy propia del ser latinoamericano, dado vida por actores que evidentemente forman parte de una realidad disímil de la nuestra. Hay ahí mismo una fisura que a simple vista pueden quitarle intención a la obra, pero que si se mira con agudeza multiplica el sentido de la misma, abre otros canales. Sin duda, estuvimos ante una pieza que obligó a dejar del ritmo vertiginoso y trepidante marcado en los primeros días de este Festival, para sucumbir en una dinámica espectatorial más calma, pero no menos honda.

* Crítica teatral ecuatoriana.
http://www.eluniverso.com/2012/09/07/1/1380/un-vuelco-hacia-teatro-intimo.html

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